Séminaire international pour une économie féministe et émancipatrice

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Les 28 et 29 novembre derniers, une trentaine d’économistes, de féministes et d’universitaires se sont réunies à Asuncion, la capitale du Paraguay, pour un séminaire intitulé « Luttes et alternatives pour une économie féministe et émancipatrice ». Cet événement, gratuit et ouvert au public, était organisé par le Centre de documentation et d’études (CDE), l’Articulation féministe Marcosur (AFM) et le Groupe de travail «Economie émancipatrice féministe» (GT EFE) du Conseil latino-américain des sciences sociales (CLACSO). Nous diffusons ici un résumé des conférences de six expertes latino-américaines intervenues lors de ces deux journées de travail (en espagnol).

Pour en site plus :  Youtube Centro de Documentación y Estudios

Son economistas, feministas y académicas, pero aprendieron lo que saben de los movimientos sociales que les dieron lo más importante: una mirada sobre la realidad y cómo cambiarla. Se reunieron a fines de noviembre en Asunción del Paraguay, en el seminario internacional de Economia Feminista Emancipatoria para compartir experiencias y saberes. La propuesta fue precisa: no generalizar y ser autocríticas. Lo que sigue es un resumen de las intervenciones de seis especialistas latinoamericanas. Un noticiero de luchas, pero también de cómo se está construyendo la vida después del huracán neoliberal que nos amenaza.

 

1) Amaia Pérez Orozco, economista española, autora de La subversión feminista de la economía.

“Estamos ante un momento de profundos cambios y atravesando una transición en la cual confluyen dos procesos: por un lado, al crisis civilizatoria del capitalismo patriarcal colonialista y por el otro, el colapso ecológico. Este proceso dual nos pone en un lugar que desconocemos. Tampoco sabemos hacia dónde vamos. La pregunta central que tenemos que hacernos hoy es si vamos a hacer responsables de que ese futuro sea diferente al que pretende el poder. Ese poder actual es mucho más violento del que conocíamos. El espejito de colores de la inclusión se ha hecho añicos. Se rompió la promesa neoliberal de que podíamos tener derechos civiles, económicos, culturales y éxitos personales. Lo que nos gobierna hoy es un poder sin máscaras que proclama sin pudor: aquí no cabemos todas y todos. Y quienes quieren quedar adentro tienen, entonces, que quedar bien ordenados, obedientes y disciplinados. El resultado es un proyecto que impone ese orden con violencia y con la militarización de los territorios. El sueño de la seducción se ha roto y sólo queda la violencia del sistema. Tenemos, entonces, una responsabilidad histórica: hacer fracasar el destino que quiere darle el poder a este proceso de transición. Y ese destino se reduce a dos opciones: o el capital o la vida. Tenemos la responsabilidad histórica de pensar y crear otras formas de producción, de organización de los tiempos colectivos, de conservar la vida de las personas, de nuestro entorno y nuestro planeta, No existe en el sistema actual ninguna posibilidad de cuidar la vida: es un sistema suicida. El feminismo tiene, entonces, algo importante para aportar, que es su reflexión y práctica sobre la economía de los cuidados. Son las tareas feminizadas por el sistema de producción actual (la crianza, la atención de la infancia, la vejez, la comida, desde la familiar hasta la comunitaria en comedores y ollas populares), todas producciones que se construye sobre la idea del sacrificio, la inmolación y la invisibilización: no hay números que la cuantifiquen en términos económicos, a pesar de que sin esas tareas el sistema económico todo no tendría sustento.

Necesitamos ir en la línea contraria al sistema: poner la vida en el centro, construir espacios para pensar qué vida queremos vivir juntos, crear comunitariamente los principios del Buen Convivir. Lo que tenemos que cambiar hoy, ya, es la vida que vivimos todos los días, revolucionar la cotidaneidad. Y esa otra vida no tenemos que inventarla de la nada: la economía popular y social tiene mucho para aportar, porque son espacios que no han sido ni creados ni ocupados por el monstruo.”

 

2) Corina Rodriguez Enríquez, economista argentina

“Hablar de la economía del cuidado es hoy central porque expone como ningún otro tema el desafío que nos compromete a resolver la situación de crisis del sistema actual. Una síntesis para que se comprenda su importancia: es uno de los nudos de la producción de desigualdad. Esa desigualdad se profundiza en aquellas zonas en las cuales las tradiciones culturales son más fuertes y el Estado más débil.

La economía del cuidado es un concepto que promueve la economía feminista para denunciar que el análisis económico convencional está sesgado, porque falla en reconocer la existencia de este trabajo. Si no existiera el trabajo de cuidado, que permite que todo los días haya fuerza de trabajo disponible para trabajar, el sistema capitalista no podría funcionar, no podría reproducirse, ni podría acumularse el capital. Pero ese trabajo de cuidado se produce en forma desigual. Una encuesta que realizamos para investigar este tema nos revela que en tanto las mujeres de la zona sur destinan 8 horas diarias al llamado “trabajo doméstico”, las de zona norte destinan menos de 5 horas. La desigualdad se genera también por las posibilidades de derivar las tareas de cuidado: sólo el 10% de los hogares contrata servicios de cuidado remunerado. Otro ejemplo de desigualdad: mientras en la ciudad de Buenos Aires, el 61% de menores de 4 años acuden a establecimientos educativos, en el nordeste del país, sólo accede el 15,5%.

Para poder combinar trabajo de cuidado y trabajo para el mercado lo que hacen las mujeres es ajustar las jornadas de trabajo:  trabajan menos tiempo para el mercado y por lo tanto ganan menos dinero, o ajustan su propio tiempo, el llamado tiempo para sí, duermen menos, no hacen ninguna actividad recreativa o de educación para sí mismas. Entonces, la variable de ajuste para que la sociedad pueda seguir reproduciéndose es el tiempo de las mujeres y la calidad de vida de las mujeres.

¿Cómo generar una respuesta a este tema tan complejo y tan poco reflexionado por las políticas públicas, a pesar de su centralidad? Es un desafío. Algunos puntos centrales para pensar cómo resolverlo:

  1. Visibilizar el tema.
  2. Avanzar en una reflexión que no se centre únicamente en la vida urbana
  3. Evitar pensar en recetas universales. Una organización del cuidado justa es aquella que le permite a todas las personas elegir cómo quieren organizar el cuidado. Entonces, no hay una receta aplicable a todos los contextos. Lo que se debería es garantizar que todas las personas puedan elegir cómo hacerlo. La oferta a estos servicios de cuidado tiene que ser accesible en dos sentidos: accesible para cualquier persona más allá de los recursos monetarios que tenga, y tienen que estar adaptados a las necesidades de las familias, que son crecientemente diversas.
  4. Debatir el rol del Estado. Preguntarnos, ¿en qué medida puede ser un actor transformador?
  5. No limitar el concepto “economía del cuidado” a niñas, niños, ancianos sino también incluir a la naturaleza y el cuidado del planeta.
  6. Debatir qué significa construir formas de organización social del cuidado y cómo podemos construirlas.
  7. Pensar cómo deconsruimos no sólo estereotipos sexuales, sino valores sociales, como el individualismo.
  8. Definir con qué movimientos sociales podemos comenzar ya a construir otras formas de colectivas de cuidados.

 

3) Natalia Quiroga Díaz, economista colombiana, docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento

Las economías populares y sociales nos pueden ayudar a pensar la crisis civilizatoria actual. Ha habido mucha producción teórica sobre el llamado trabajo informal o precario y también sobre la economía social y sus aportes, pero en todas esas lecturas falta algo: las mujeres. Faltan esos cuerpos, que constituyen el primer eslabón de la acumulación originaria. El primer cuerpo explotado por el sistema que hoy está colapsando es el de la mujer.

Debemos, entonces, pensar el capitalismo como un proceso de guerra contra las mujeres. Y en ese proceso, las economías populares y sociales representan una forma de resistencia. Son formas de producción de sostenimiento de la vida que no están basadas en la ganancia. Necesitamos hoy más que nunca analizar otros relatos que nos permitan salir de la captura que ha hecho el neoliberalismo de todos los conceptos teóricos. Son momentos en los cuales varios Estados latinoamericanos han sido secuestrados por ejércitos mafiosos narco-empresariales que están generando una guerra que destruye todas las condiciones materiales de la reproducción de la vida. Una economía de mercado necesita una sociedad de mercado. Necesita de hombres y mujeres que se sometan a esas relaciones de intercambio. Nuestro desafío, entonces, en preguntarnos cómo producimos alternativas que sean consideradas deseables por la comunidad . Nuestro desafío, también, es pensar la economía desde diferentes culturas, pensar por ejemplo por qué Berta Cáceres nos decía que ella hablaba con el río y bebía su autoridad así. Pensar en que tenemos que conversar con la naturaleza para dar cuenta de las múltiples formas de relacionamiento que han establecido las comunidades con su entorno a lo largo de su historia. Una de las consecuencias más nefastas de la colonialidad es que ha negado otras formas teóricas que dan cuenta de la diversidad y complejidad que es la vida produciendo vida. Tenemos que superar el falocentrismo que supone poner el capitalismo en el centro y considerar cualquier otra forma de organización de la producciones y las relaciones sociales como resistencia a ese poder. Si seguimos esa lógica no podemos comprender cómo funcionan otras ecologìas políticas que siguen produciendo vida desde hace siglos, a pesar de todo el esfuerzo que ha hecho el poder para invisibilizarlas y destruirlas. Para atacar el pensamiento único una de las urgencias es comprender que hay otros proyectos de vida asediados, truncados, reprimidos y criminalizados, que a pesar de todo siguen existiendo. La crisis de la modernidad es una crisis de relato para entender el mundo de hoy. No hay hoy uno que lo explique ni uno que nos salve, por suerte. Esto nos permite buscarlo, crearlo. Como economistas y feministas tenemos por delante un enorme trabajo. Tenemos que politizar el consumo: cuando el trabajo ya no es un destino, sino una suerte -que nos puede tocar o no- la pregunta es qué transformaciones en la subjetividad produce el consumo. Y así como la Inquisición y la quema de mujeres produjo una re invención del rol social de las mujeres, tenemos que preguntarnos qué re invención está queriendo producir el sistema en estos momentos y cómo impedirlo. No podemos renunciar a la diversidad, a la pluralidad de formas de existir, de producir y de soñar y es eso exactamente lo que nos está proponiendo el sistema hoy. Tenemos que pensar todo, entonces, en otros términos que los que nos proponen. Tenemos que pensar que un saco que no se teje para ser vendido en el mercado también abriga”.

 

4) Ana Felicia Torres, antropóloga social y teóloga costarricense.

“Formo parte del Movimiento Latinoamericano de Mujeres en Resistencia Por una Vida Digna. Somos más de 15 mil mujeres, organizadas en 300 organizaciones de diferente nivel y tamaño,  desde el sudeste de México hasta Panamá, la mayor parte de pueblos originarios.  Nuestras luchas  más fuertes son en defensa de la vida, en contra de la minería, la privitización del agua y de la biodiversidad, en contra transnacionales de la agricultura y sus agroquímicos. Todas estamos organizadas, pero no bancarizadas, ni somos sujetas de crédito, ni cargamos dinero en nuestros bolsos. Estamos claras que no somos excluidas, sino subordinadas al sistema. Y no queremos ser incluidas, es más: queremos sacar más áreas de la vida fuera del mercado. Somos mujeres grandes, con hilos de plata en la cabeza, que vamos entendiendo en esta resistencia desde la periferia del poder y de los movimientos sociales, que a nosotras no nos toca la tarea revolucionaria de cambiar al sistema. Gran parte en su juventud formó parte de esos proyectos que querían cambiar todo y no cambiaron nada. Nosotras rompemos con el sistema y con nuestra misma familia ideológíca. No usamos la conciliación, ya estamos bastante atropelladas. Nos reconocemos como fruta de la violencia de la invasión colonial. Mi mestizaje es producto de esa violencia. Herida fundante de nuestra identidad. Nos reconocemos hermanas en esa violencia que nos jerarquizó y dividió. Afirmamos que nuestra principal forma de resistencia es la re-existencia: queremos re-existir. Estamos más cansadas, más enfermas y más despojadas, igual que nuestra madre tierra.

No podemos esperar a que todo cambie, no nos da la vida para esperar. Estamos re-existiendo ya, Necesitamos hacerlo porque el déficit de cuidado del Estado es absoluto. Nuestra propuesta es trabajar menos y cuidar menos. No descuidar, sino des-cuidar. Y eso se puede hacer ya. Desde esas cosmoviones afirmamos la vida digna. No es utopia: no queremos nada fuera de la historia. Queremos un topos: aquí y ya. La vida digna ahora. Nuestra resistencia es epistémica y ética: trabajar menos, sacar áreas de la vida del mercado. Nos alegramos mucho que no funcionen cosas que se han montado a nuestras costa. Hemos andado en todas las gabetas del feminismo buscando cosas, hemos aprendido de todos, agradecemos a todos, hemos mamado también de la izquierda social no partidaria. Y cuando  la economía feminista  vino a nuestras vidas, estábamos desencantadas, sin referentes ni teóricos, ni políticos. Encontramos ahí algo para seguir. Para pensar que la alianza entre nosotras no puede ser definida por el vinculo con el mercado. La Economía Feminista se ha convertido en una propuesta política y ética, que pone como centro el trabajo de seres humanos y madre tierra. Sabemos que el futuro ya fue, que lo mejor ya fue, que tenemos que buscar nuestras raíces ymirarnos los pies para ver por dónde caminaron. Sabemos que otra vida es posible para las mujeres. Esa otra vida la relacionamos con la vida digna, el vivir bien. Y que para llegar hasta allí hay tres caminos:

  1. La defensa del cuerpo-territorio
  2. La defensa de la tierrra
  3. La enmancipación de las mujeres

En la concreto, sostenemos iniciativas de sobrevivencia colectivas, como una primera forma de resistencia a ser decretadas población desechable

Si ustedes me preguntan si con eso vamos a cambiar el mundo, les respondo: no lo sabemos, pero no estamos en eso.

Estamos en resistir para vivir.

En el autocuidado y cuidado mutuo.

En recuperar prácticas y saberes ancestrales.

En cuidar la vida, fuera del mercado”.

 

5) Alba Margarita Aguinaga, socióloga ecuatoriana, docente Universidad Amazónica

“Vengo de la Amazonia ecuatoriana indígena, que ocupa un 49% del territorio nacional, pero está habitada por solo el 5% población. No tiene importancia en votos, pero si económica: territorio del petróleo, frontera del extractivismo minero y agropecuario, acaparamiento de tierras, contaminación. El petróleo convive con pequeños espacios de biodiversidad, no petrolera que está en constante resistencia  contra el capital chino y estadounidense.

Nosotras aprendimos todo de las compañeras de las comunidades de la resistencia. Así hemos entendido el cuerpo como una junta entre el ser humano y la naturaleza, una junta que es clave para reconciliar la vida en este planeta. Luchando por el encuentro holístico de la vida en un

Ecuador en el que no sólo padecemos un modelo neoliberal, sino años de un progresismo que entró en una fase conservadora

Aprendimos que no sólo nuestro territorio, sino todo el mundo está transitando hacia otra forma de capital que es depredadora. Aprendimos que La Amazonia es ese cuerpo que cuestiona a este modelo de producción

Aprendimos también qué sentido tiene el feminismo en este contxto. ¿Cómo se ha integrado el cuestionamiento al sistema neoliberal y el patriarcado? Hace quince años no pensaba en esto. En los 90 el feminismo estaba muy dirigido a la clase media y blanca y cumplió así un rol, porque permitió cuestionar lógica patriarcal, Pero es en las comunidades donde aprendimos que a ese feminismo  que nace de la critica antilneoliberal, porque entendimos la defensa de la diversidad y porque allí hemos aprendido a integrar el género en el circuito de la vida. El valor de la comunidad es central para comprender cómo vamos caminando en ese circuito integrado en defensa de la vida. Es desde ese movimiento indígena que ha luchado como un sector social irreverente que el movimiento de mujeres se vuelve popular, y aporta un imaginario otro, integrado, antipatriarcal y anticapitalista, antiinstitucional, destituyente, En un contecxo atroz: 184 mujeres fueron criminalizadas por haber abortado y por primera vez este año logramos ley.

No lo logró una ola violeta, ni de clase media: ha sido nuestra resistencia. Ha sido esa relación elástica que hemos establecido para estar un día manifestando en la calle Vivas nos Queremos  y al otro, estar gritando Basta de modelo extractivo.  Las mismas mujeres con esa misma lógica feminista que entiende las dos luchas como un todo integrado al circuito de la vida. Aprendimos también que estos es algo que está pasando en  todo el mundo. Que en todo el planeta las mujeres nos hemos quedado sosteniendo todas las críticas y todas las demandas a esta formas crueles del capital. También aprendimos que podemos derrotarlo, pero que eso depende, fundamentalmente, de cómo nosotras nos pensemos. Tal vez ahora la revolución que tenemos que pensar es la revolución de la vida. Que las mujeres estamos sosteniendo, estamos soltando de a poco el patriarcado, de a poco el capitalismo. La revolución por la vida va a nacer de nosotras, de nuestros pueblos, que avanzamos más lento, pero de manera más transformadora, comprendiendo cómo funcionan las leyes que sostienen este sistema de opresión. Tenemos que soltar un poder para construir otro. No tenemos nada que perder en este sistema. Las convocamos desde las mujeres más pobres del mundo, las que pueblan la Amazonia, que han aprendido a vivir poniéndole el cuerpo para enfrentar a este sistema, a que juntas aprendamos cómo hacerlo.”

 

6) María Arcelia González Butrón, nació en Perú, reside en México, es economista y autora del libro Ética de la Economía.

”Trabajo en el estado mexicano de Michoacán, territorio de crecimiento del crimen organizado, la impunidad y la pérdida del sentido del proyecto del los llamados partidos de izquierda. Desde ese estado doliente, nuestro terreno de lucha es la defensa de la universidad pública. Es una lucha estratégica y hay que definirla como una trinchera para enfrentar a este capitalismo salvaje.Creemos que esa lucha tiene en las universidades tiene que librarse, además, con una ética feminista y que esto no es un detalle, sino algo central, urgente y necesario.

No voy a expresar aquí la preocupacón que tenemos por la situación territorial, porque el eje de lo que quiero compartir es otro: la experiencia que significó para nosotras ocupar la facultad de Economía. Tuvimos el atrevimiento de crear una maestría en Economía Social y nos fue bastante mal en esa batalla, porque perdimos la batalla contra la economía ortodoxa. La intentamos ganar ahora en un doctorado que pronto se abrirá, porque estamos convencidas que la  formación es fundamental para visibilizar el modelo capitalista y patriarcal como sistema de creación de economía, cultura y vinculo social. Hoy , cuando este sistema tiene el rostro más brutal, está  afectando  directamente no sólo la calidad de la vida de las personas, sino que nos está acorralando en un dilema ético: vida o muerte. Hoy todas las decisiones económicas tienen  que ver ese dilema: vida o muerte.

Nos preguntamos entonces qué están haciendo los varones, cómo les toca a nivel personal este dilema. En las comunidades vemos que las experiencias de autogobierno iniciado por mujeres y de los que son protagonistas, siguen tenuiéndolas ausentes de las decisiones sobre el futuro de esos procesos. Nos preocupa ese proceso y creemos que esa preocupación tiene que ser compartida por los compañeros, que siguen sosteniendo las formas de poder que los somete.

Estamos hablando de un país que concentra en 8 hombres  la misma riqueza que 3.600 millones de personas, que están condenadas a ser las más pobres. Tendencia que creció en los últimos 5 años. Estamos hablando de un país en el que se están expropiando recursos, favoreciendo la concentración. En medio de esta tremenda postal, hay comunidades apostando a laconstrucción de otra economía. Ya hay signos de experiencias post capitalistas, pero no tan claramente no patriarcales y eso es un reto. Es cierto que es una postal dominada por una economía capitalista muy fuerte para la cual el dinero dejó de ser medio para transformarse en un fin y que está siendo sufrir a nuestras juventudes con esa lógica perversa. Pero también es cierto que en los márgenes se han formado otras formas de producción, surgidas de la economía popular, llamada también economía del trabajo, comunitaria y solidaria, pero no feminista aunque con protagonismo femenino. En esas economìas, las decisiones estratégicas de las mujeres están fuera.

La respuesta a la concentración es la autogestión. La respuesta a la economía neoliberal es entender la Economía con la producción de las necesidades materiales para la vida.

En ese contexto, estamos tratando de recuperar con desesperación las universidades públicas para descontaminarla de la visión neoliberal. Hoy las universidades públicas no están visibilzando la economía cooperativa, popular, social y el reconocimiento de su valor estratégico es sumamente importante en un contexto como el actual. La investigación académica debe centrarse en esta otra economía. Necesitamos producir reflexión teórica y difusión. Necesitamos recuperar los aportes de las comunidades. Y necesitamos, también, garantizar el enfoque feminista.

La economía es una construcción social y política y debe dar cuenta de la multiplicidad de prñacticas transformadoras que se están produciendo hoy en odoel mundo: esa es nuestra tarea.

Tenemos que estudiar, investigar y sistematizar cómo se produce una economía con mercado, y no de mercado, cómo se realiza una redistribución igualitaria, cómo se establece una planificación económica participativa. Y tenemos que hacerlo poniendo en el centro  de todo ese proceso a la mujer. Especialmente, tenemos que comprometer en esa tarea a los varones, que están desatendiendo esa necesidad social,  y mucho más a los intelectuales varones, que comparten dichos y no hechos.

La autogestión no es un proyecto; es memoria. Y te la niegan cuando tu formación no tiene en cuenta esa riqueza.

El feminismo no es una perspectiva: es una necesidad social. Y te la niegan cuando tu formación no tiene en cuenta que la salida del sistema la están creando, sosteniendo y produciendo las mujeres.”